Friday 29 November 2013

Las 24 horas. Capítulo Seis: Desencuentros [meditaciones]


¿Estar perdido o ser encontrado? ¿Ser encontrado o encontrarse? ¿Estar solo o estar con alguien? ¿Necesitamos de alguien más para ser encontrados? ¿Qué significa ser encontrado o encontrarse? ¿Cómo puede alguien encontrar algo en nosotros que nosotros mismos no podemos?


La mayoría de la gente cree en el efecto "felices para siempre" traducido a esa situación en la que, finalmente, alguien aparece en su vida y los “encuentra” para “completarlos”. En otras palabras, la mayoría de la gente define o entiende vida como completa sólo y únicamente en el caso que cumplan con alguien más, con las expectativas de alguien ajenos a quien son, otro ser, otro ente.


Tal vez sea posible (incluso cierto) que algunas de nuestras características pueden llegar a la luz solamente cuando alguien hace su entrada en nuestra vida. Al igual que cualquier reacción, cualquier cambio necesita una acción a suceder. Sin embargo, para definir toda nuestra naturaleza, todo nuestro ser a partir de lo que la presencia de otra persona desencadena en nosotros parece ponernos a merced del otro. El ser es en tanto sea reconocido por un par. Hasta que eso no suceda es ser no es. Ahora bien, si el ser no es, ¿Qué es?


Por definición, ser es aquello que tiene su propia naturaleza, características particulares, esencia. Probablemente uno de los mayores problemas de los seres que llamamos seres humanos tienen que enfrentar es definir su propia existencia—esto es, los demás seres animados e inanimados son sin la capacidad (¿o necesidad?) de preguntarse por qué o cómo.

Con el fin de hacer eso, en principio el “observar” quién y qué son en realidad parece funcionar. Para esa empresa, no sólo se utilizan cinco sentidos sino también la voluntad de hacerlo. Es que si nos detuviéramos en los cinco sentidos, creo que nadie tendría problemas en verse, oírse o escucharse, y demás. La ecuación simple parece ser más complicada cuando agregamos el intelecto, la mente.

Allí es también donde parece radicar el problema. En la segunda parte de la ecuación: la mente. Es que los sentidos, a menos que ellos tengan algún problema—el ciego que no puede ver, el sordo que no puede escuchar, etc., nos informan acerca de la realidad como es. La mente, en cambio, traduce aquello que es a nuestro alrededor de acuerdo a vivencias, conocimientos pre-adquiridos, cultura, y demás. De esta forma, aquello que se nos “aparece” tendrá invariablemente características de ser y otras que nosotros agregamos.

He aquí entonces el sujeto que somos desdoblado en dos, el ser y el ego; este último, entendido al menos aquí, como mente. Es así que tenemos aquello que en esencia somos y la mente, el ego, que nos dice qué, quiénes somos o debemos ser. Como la mente no es esencia sino que es producto de vivencias, conocimientos pre-adquiridos, cultura, y demás no vive en el ser siendo sino que se encuentra condicionada por vivencias, conocimientos pre-adquiridos, cultura, y demás. A menos que nos demos cuenta, que estemos presentes en el aquí y ahora y “veamos” que quienes somos no necesariamente coincide con quienes creemos ser, no reconoceremos, no disociaremos el ego del ser.

Esto trae como consecuencia que el ego necesita para existir de identificación. Esta identificación se da a través de algo—ej. vivencias, conocimientos pre-adquiridos, cultura, y demás, o alguien. El ser es; punto. No necesita de algo o alguien para completarse. Sin embargo, el ego cree—nos hace creer—que para ser necesitamos de algo fuera de nosotros.

A mayor escala, existen “egos sociales”. La identificación pasa del individuo a un determinado grupo humano o comunidad. De allí, dependiendo del nivel de identificación social egoica tenemos disputas entre naciones—utilizo la palabra ‘naciones’ en sentido sociológico y no la palabra estado para evitar connotaciones legales y políticas en cuanto al vínculo que une a los miembros de la sociedad de que se trate. Algunas de estas identificaciones sociales egoicas son tan antiguas que es fácil ver el sinsentido si nos detenemos a observarlas desde el plano del ser, sin identificación con el ego. Incluso, algunos seres “inteligentes”  se han dado cuenta de ello y utilizan estas disputas entre naciones para fines propios, tanto económicos como políticos, creando o manteniendo el “enemigo afuera”. Es nuevamente identificación del ego a través del otro. Yo soy en tanto y en cuanto existe el otro. Mi nación existe en tanto tengo un enemigo, el otro. Un tanto ingenuo, ¿no les parece? Pero, es tan simple e ingenuo que en general preferimos ignorarlo.

 

Un pequeño paréntesis. No voy a detenerme en analizar el ego societario. Para eso tenemos el blog de teoría legal y política en el que pasamos revista de estos temas. Aquí continúo con el análisis a partir, a través y desde el individuo, desde el ser.


Desde la identificación del ego, la mente con aquello que no somos, con el accidente como sostenía Aristóteles, con lo que aparece—en el sentido de aparente, de forma versus esencia, como adelantamos existe lo que es y parece existir otro plano, lo que deberíamos ser. De allí, de esta consecuencia, aparecen varios resultados. Entre ellos, limitaciones autoimpuestas, culpa a los demás, excusas, el medio ambiente en general parece estar siempre presente en la existencia de la mayoría. Sin embargo, son todas estas contingencias que aceptamos— ¿Qué inventamos?—y están ahí para hacernos vivir una vida cómoda, pero sin rumbo. Para satisfacer al ego, a nuestra mente.


Si tuviera una sola oportunidad, ¿la dejaría pasar? En concreto, tenemos una vida; o mejor, hasta donde sabemos, este tipo de existencia en que nuestro ser se muestra en un cuerpo físico se da una sola vez. Parece  mejor empezar a vivir lo mejor que podemos. Por nuestra cuenta o con alguien. Sin embargo, estar con alguien y la soledad reinando, quizá deje al ego saciado… pero nuestro ser estará por cierto cuestionándonos.



Atrevámonos  a dejar de vivir en potencial, errores incluidos. Atrevámonos a escuchar al ser, a escucharnos, a vernos como somos. Nadie va a ver quién o qué somos si no lo vemos nosotros. Vivamos en el ser, como ser. Seamos.
Por eso “desencuentros” solamente sucederán con el ser que somos cuando dejamos al ego identificarnos con formas, con lo que no somos. Si nos “desencontramos”, busquemos dentro. La respuesta siempre está allí, en quienes somos, en que somos… en el ser.

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