Tuesday 22 March 2016

Mi Primer Libro: Larga Distancia

Mi primer viaje de larga distancia solo, al que seguirían tantos otros. Han sido varios, ciertamente. Si no me equivoco, Bariloche fue el primero. Tendría escasos 20 años, ya me había recibido, trabajaba ad honorem dando clases y, creo, en tribunales. Un par de ex alumnos me habían invitado varias veces a visitarlos. Subrayo ex alumnos pues nunca he sido de los profesores o maestros que entablan relaciones con alumnos mientras están dando clase. Creo, siempre he creído, en mantener las cosas separadas, en distintos compartimientos. Permite ver más claro y evita muchos dolores de cabeza.

Como iba diciendo, estos ex alumnos habían requerido en varias ocasiones mi presencia en el sur. Coincidentemente, ambos vivían en Bariloche, cada uno con su familia. Luego de pensarlo un poco, me decidí, compré el pasaje en colectivo, empaqué, y me fui. Años antes había estado en Bariloche, en invierno, con los compañeros de graduación de la secundaria. La experiencia había sido de esas que da lo mismo olvidar que recordar. Un grupo grande de unas 60 personas de entre 17 y 19 años de edad, por una semana en el sur, lejos de la familia.

Esta vez iba solo a un lugar en el que ya había estado, pero ahora en verano (al menos, eso recuerdo; sería diciembre, antes de las fiestas, y hacía calor). Con los años he descubierto que olvido detalles de tiempo y espacio pero nunca las sensaciones. Como si recuerdo que estaba soleado, con cielo celeste, y calor algo abrumante en Buenos Aires, y debía de ser diciembre o enero. Sin embargo, creo que debería de haber sido diciembre pues también recuerdo la urgencia de volver antes de Navidad.

Recuerdo llegar a la terminal de ómnibus en La Plata. No recuerdo como llegué; imagino Papá me habría llevado. Lo más nítido que veo es un ómnibus grande, coche-cama o semi-cama (creo, cama), de asientos enormes, dos o tres por hilera (dos juntos, pasillo, y el tercero); quizá. Viajo en uno de los dos asientos juntos; al lado, mi compañero sería un niño de unos 10 años. Otras personas mayores alrededor.

¿Qué recuerdo del viaje aquel? No mucho. Sin embargo, le guardo un tremendo cariño. Seguramente, la pasé bien y la compañía fue más que grata. Si luego de 17 horas en un ómnibus no lo hubiera sido, de seguro hasta el día de hoy lo tendría presente. En cambio, recuerdo risas, camaradería, el compartir, charlas largas, silencios…


Fue el primero de varios; y hoy que escribo después de tantos años estas paginas (casi 20 han pasado) se me ilumina el rostro. Empezaba a caminar en camino de la aventura de la vida solo; o mejor dicho, todo uno, en cuerpo, mente, y alma, siendo iluminado por las experiencias de otros, y tocando, sin saberlo, también sus vidas…

Wednesday 9 March 2016

Mi Primer Libro: Polos Opuestos

Hoy no tengo que escribir. Me faltan ganas. Es como si la mente hubiese decidido dejar de cooperar, y bloquea al ser haciendo que el cuerpo omita cualquier acción o pensamiento positivo. ¿Por qué? No lo sé. O quizá, sí. ¿Es el hecho de tener que hacer algo a lo que le tengo miedo? ¿Es el hecho de tener que volver a donde dolió tanto? Si es este el costo, ¿por qué no recuerdo todo aquello que fue grato, que me hizo sonreír, donde sé en algún momento fui feliz? ¿Por qué esa parcial visión de lo que fue? No tengo o no quiero tener respuestas hoy. Los minutos, las horas pasan… Y no veo el momento en el que el dia termine… Es uno de esos días… Escribía el lunes 17 de noviembre de 2014.


Y hoy, sin embargo, 09 de marzo de 2016, que releo esas palabras, y que llego a la cuarta década, no puedo dejar de sentir todo lo opuesto. Estoy aquí, sigo estando, sigo siendo, pues siempre seré… quizá. Estoy agradecido a la vida, a Mamá, a Papá, a tantos más… pero, sobre todo, estoy agradecido conmigo mismo por continuar andando el camino con el mismo espíritu aquel con el que dejé mi rosa hace ya tantos pasos.

Hoy, jueves 01 de marzo de 2018... te releo... me releo... me redescubro y me sorprendo. O mejor, recuerdo cada paso, cada derrota, cada levantarme de nuevo y volver a internar... una, dos, tres... y mil veces. Seguimos que mientras exista vida en este cuerpo existe la responsabilidad de dejar este mundo un poquito mejor de como lo encontramos cuando llegamos a este tipo de existencia. RECUERDA: somos seres de luz transitando una experiencia sensorial. Lo esencial es invisible a los ojos. Eres imilitado y, como parte del universe, compartes lo indefinable, lo eterno, lo incomprensible.

Thursday 3 March 2016

Mi Primer Libro: ¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?

¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? Escribiría Mamá el 14 de noviembre de 2014. Linda frase, siguió. Y que razón tenía, tiene. Es linda, tan linda como cierta, tan cierta como simple.

El alma, quien somos, es pura energía. La mente, esa voz a través de la cual el alma se canaliza en el cuerpo parece a veces distorsionar el mensaje. Es como si, de pronto, el ser luminoso, todo poderoso, imperecedero, universal que somos se olvide de quien es  y se reconozca simplemente, solamente cuerpo limitado en tiempo, espacio, posibilidades. El miedo nos invade, nos paraliza… dejamos de intentar lo nuevo… ¿Por qué?

De niños  poco nos asusta, poco nos detiene, vemos el mundo todo con ojos nuevos, con ojos ávidos, con ganas de tocar, gustar, oler, probar, de intentar. Pasa algo de tiempo, nos vienen algunos años, y aparecen la vergüenza y el miedo, en tantas ocasiones disfrazados de prudencia y madurez, adultez. ¡Si sólo fuera prudencia! Al menos, de ser prudentes, podríamos justificar diciendo que dejamos de intentar ya que usamos la experiencia y evitamos errores, males, sinsabores. Pero, la realidad es que más que prudente, la mayoría de los adultos tiene miedo, temor a intentar lo desconocido, lo nuevo…

Allí, creo, es cuando el alma se les empieza a podrir dentro, atrapada en un cuerpo que no hace, y en una mente que crea autolimitaciones, excusas para seguir no haciendo. ¿Cuántas personas hemos encontrado en la vida, especialmente cuando hablamos de nuestros sueños, planes, y de inmediato nos recomiendan, o exigen, ser prudentes, no lo hagas, o simplemente, no puedes hacerlo? Intuyo que este tipo de actitud negativa para con los proyectos, planes, sueños de personas que nunca dejan de ser niños tiene que ver más con la falta de coraje de aquellos que expresan ese “prudente” consejo, aquellos que han traicionado al niño que fueron tiempo atrás, y que se han conformado a una vida adulta, muy posiblemente con bienestares sociales, económicos, y de los que se les ocurran, pero que no consiguen ser felices. Y no consiguen ser felices, algo me dice, pues si bien en lo externo estos adultos “tienen” elementos, cosas que otros, piensan ellos, desean, en su más intima esencia, se están pudriendo, agotando.

Simplemente, como el agua que se estanca, se termina pudriendo, el alma encerrada en el cuerpo físico y con autolimitaciones mentales se corrompe. Entonces, ¿qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? Pues, creo, simplemente esperar la muerte. Dejaría de ser aquella aventura que se nos ofrece al nacer y pasaría a convertirse en esperar aquello que aun no conocemos, hacia donde, en definitiva, todos nos dirigimos.

Tuesday 1 March 2016

Mi Primer Libro: Cuerpo, mente, alma

¿Quiénes somos? ¿Qué somos? Cuerpo, mente, alma, los tres en uno, o uno en tres facetas distintas. Sostener que lo he comprobado sería mentir. Sin embargo, estoy (siempre lo he estado) seguro que somos algo más que carne, huesos, y fluidos. Esa chispa que hace de cada uno un ente único, distinto, especial, es aquello que termina de definirnos (o empieza por hacerlo). Es esa parte que es inaccesible a los sentidos, intangible, ininteligible a la mente lógica, a lo racional.

Observar, caracterizar lo aparente, aquello que parecemos ser, es sencillo. Somos hombre, mujer, niño o niña, rubio o moreno, alto o bajo, esbelto o regordete, y así más. La faceta corporal es la más simple de acceder, quizá.

¿Qué hay con la mente? Con ella me refiero a algo distinto del cerebro (que es parte de la realidad corporal). Tiene que ver con quién creemos ser, esa voz (o voces) internas que nos habla todo el tiempo, nos corrige, censura, planea nuestro futuro, añora aquel pasado que siempre fue mejor, suma, resta, y demás aplicaciones matemáticas, utiliza métodos lógicos (o ilógicos), deduce, y tantas otras más. Es aquel elemento, o faceta, que nos diferencia del resto de los seres mortales, y en particular, de nuestros primos más parecidos, los animales; aquella faceta caracterizada por la capacidad a la que llamamos mente, intelecto, razón. 

Estas dos facetas, cuerpo y mente, de distintas maneras, nos son asequibles, palpables, tangibles, corroborables, probables, inteligibles. La tercera, por el contrario, aun se nos escapa… el alma. ¿Qué es el alma? ¿Existe? Y si no existe, ¿somos entonces comunión entre cuerpo y mente?

El alma, creo, es uno de los tantos asuntos a los que llamaría parte de la fe. Creemos que existe y estamos en lo correcto. No creemos que exista y también estamos en lo correcto. Puesto que, pese a asemejarse a una contradicción, no lo es. Esta faceta pertenece a otro plano, otro tipo de existencia y es, en consecuencia, ininteligible, indemostrable, inasequible, al menos de la misma manera o en la misma forma en que podemos acceder al cuerpo o a la mente.

Lo que pienso o mejor, lo que intuyo: esa energía que somos, ese alma, tiene que ver con una energía mayor, ilimitada, atemporal, universal, la madre (o Dios, o la naturaleza, o tantas otras etiquetas o rótulos que se han usado a lo largo de la historia y a lo ancho de tantas culturas).

Cuando, por alguna razón, esa porción, ese alma que cada uno somos, pasa a integrarse a un cuerpo sólido, parte de ese cuerpo (cerebro) se “conecta” y es esta conexión particular entre la energía que somos (alma) y que no podemos corroborar y aquel cuerpo físico en el que nos manifestamos la que llamamos mente, razón, intelecto.

Como trilogía cuerpo, mente, y alma, existimos a un tiempo y a un espacio determinados. Mas, como alma solamente, somos universales y atemporales. De ahí fenómenos como el déjà vu o sensaciones de vivir ciertas circunstancias nuevamente, visitar lugares en los que físicamente no hemos estado antes y sentirnos como en casa, encontrarnos con otros individuos, desconocidos, y tener una conexión inmediata. Somos seres trascendentales, parte de una energía mayor, de alguna manera encapsulados en un cuerpo que aparece sólido.


Subrayo el hecho que nuestro cuerpo aparece sólido pues hasta la ciencia ya ha demostrado que somos más espacio que materia. Las moléculas que nos forman, y los átomos de las que ellas se componen, de hecho cuentan con más espacio entre sus componentes que los componentes mismos. Aquello que observamos, tocamos, olemos a través de nuestros sentidos no es más que una de las tantas formas en que podemos observar lo que aparece, como aparecemos, condicionado por el método, el aparato que usamos para hacerlo, sean éstos nuestros sentidos corporales o la mente, que son resultante a su vez de esta combinación   de espacios y elementos mínimos, energía.

Thursday 25 February 2016

Mi Primer Libro: El Camino No Elegido

Hoy, exactamente el día en que tipeo estas líneas, me encuentro, siento estar en aquel cruce en el que sé, he estado antes. ¿Hacia dónde seguir? Y justamente hoy, al leer las páginas de un libro que no viene al caso, el autor se refiere a Robert Frost y “El Camino No Elegido.” ¿Coincidencia? Creo, intuyo, sé que el universo se abre, como se ha abierto antes, y pide, ofrece que escoja de nuevo…

“Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, 

Y apenado por no poder tomar los dos

Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie 

Mirando uno de ellos tan lejos como pude, 

Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, imparcialmente, 

Y habiendo tenido quizás la elección acertada, 

Pues era tupido y requería uso; 

Aunque en cuanto a lo que vi allí 

Hubiera elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente, 

¡Oh, había guardado aquel primero para otro día! 

Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante, 

Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro 

De aquí a la eternidad:

Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, 

Yo tomé el menos transitado, 

Y eso hizo toda la diferencia.”


Rober Frost, “El Camino No Elegido” (traduccion María Fernanda Celtasso).