Thursday 3 March 2016

Mi Primer Libro: ¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?

¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? Escribiría Mamá el 14 de noviembre de 2014. Linda frase, siguió. Y que razón tenía, tiene. Es linda, tan linda como cierta, tan cierta como simple.

El alma, quien somos, es pura energía. La mente, esa voz a través de la cual el alma se canaliza en el cuerpo parece a veces distorsionar el mensaje. Es como si, de pronto, el ser luminoso, todo poderoso, imperecedero, universal que somos se olvide de quien es  y se reconozca simplemente, solamente cuerpo limitado en tiempo, espacio, posibilidades. El miedo nos invade, nos paraliza… dejamos de intentar lo nuevo… ¿Por qué?

De niños  poco nos asusta, poco nos detiene, vemos el mundo todo con ojos nuevos, con ojos ávidos, con ganas de tocar, gustar, oler, probar, de intentar. Pasa algo de tiempo, nos vienen algunos años, y aparecen la vergüenza y el miedo, en tantas ocasiones disfrazados de prudencia y madurez, adultez. ¡Si sólo fuera prudencia! Al menos, de ser prudentes, podríamos justificar diciendo que dejamos de intentar ya que usamos la experiencia y evitamos errores, males, sinsabores. Pero, la realidad es que más que prudente, la mayoría de los adultos tiene miedo, temor a intentar lo desconocido, lo nuevo…

Allí, creo, es cuando el alma se les empieza a podrir dentro, atrapada en un cuerpo que no hace, y en una mente que crea autolimitaciones, excusas para seguir no haciendo. ¿Cuántas personas hemos encontrado en la vida, especialmente cuando hablamos de nuestros sueños, planes, y de inmediato nos recomiendan, o exigen, ser prudentes, no lo hagas, o simplemente, no puedes hacerlo? Intuyo que este tipo de actitud negativa para con los proyectos, planes, sueños de personas que nunca dejan de ser niños tiene que ver más con la falta de coraje de aquellos que expresan ese “prudente” consejo, aquellos que han traicionado al niño que fueron tiempo atrás, y que se han conformado a una vida adulta, muy posiblemente con bienestares sociales, económicos, y de los que se les ocurran, pero que no consiguen ser felices. Y no consiguen ser felices, algo me dice, pues si bien en lo externo estos adultos “tienen” elementos, cosas que otros, piensan ellos, desean, en su más intima esencia, se están pudriendo, agotando.

Simplemente, como el agua que se estanca, se termina pudriendo, el alma encerrada en el cuerpo físico y con autolimitaciones mentales se corrompe. Entonces, ¿qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? Pues, creo, simplemente esperar la muerte. Dejaría de ser aquella aventura que se nos ofrece al nacer y pasaría a convertirse en esperar aquello que aun no conocemos, hacia donde, en definitiva, todos nos dirigimos.

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