¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de
intentar algo nuevo? Escribiría Mamá el 14 de noviembre
de 2014. Linda frase, siguió. Y que razón tenía, tiene. Es linda, tan linda como cierta, tan cierta como simple.
El alma, quien
somos, es pura energía. La mente, esa voz a través de la cual el alma se
canaliza en el cuerpo parece a veces distorsionar el mensaje. Es como si, de
pronto, el ser luminoso, todo poderoso, imperecedero, universal que somos se
olvide de quien es y se reconozca
simplemente, solamente cuerpo limitado en tiempo, espacio, posibilidades. El
miedo nos invade, nos paraliza… dejamos de intentar lo nuevo… ¿Por qué?
De niños poco nos asusta, poco nos detiene, vemos el
mundo todo con ojos nuevos, con ojos ávidos, con ganas de tocar, gustar, oler,
probar, de intentar. Pasa algo de tiempo, nos vienen algunos años, y aparecen
la vergüenza y el miedo, en tantas ocasiones disfrazados de prudencia y
madurez, adultez. ¡Si sólo fuera prudencia!
Al menos, de ser prudentes, podríamos justificar diciendo que dejamos de
intentar ya que usamos la experiencia y evitamos errores, males, sinsabores.
Pero, la realidad es que más que prudente, la
mayoría de los adultos tiene miedo, temor a intentar lo desconocido, lo nuevo…
Allí, creo, es
cuando el alma se les empieza a podrir dentro, atrapada en un cuerpo que no
hace, y en una mente que crea autolimitaciones, excusas para seguir no
haciendo. ¿Cuántas personas hemos encontrado en la vida, especialmente cuando
hablamos de nuestros sueños, planes, y de inmediato nos recomiendan, o exigen,
ser prudentes, no lo hagas, o simplemente, no puedes hacerlo? Intuyo que este
tipo de actitud negativa para con los proyectos, planes, sueños de personas que
nunca dejan de ser niños tiene que ver más con la falta de coraje de aquellos que
expresan ese “prudente” consejo, aquellos que han traicionado al niño que
fueron tiempo atrás, y que se han conformado a una vida adulta, muy
posiblemente con bienestares sociales, económicos, y de los que se les ocurran,
pero que no consiguen ser felices. Y no consiguen ser felices, algo me dice,
pues si bien en lo externo estos adultos “tienen” elementos, cosas que otros,
piensan ellos, desean, en su más intima esencia, se
están pudriendo, agotando.
Simplemente, como el
agua que se estanca, se termina pudriendo, el alma encerrada en el cuerpo
físico y con autolimitaciones mentales se corrompe. Entonces, ¿qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de
intentar algo nuevo? Pues, creo, simplemente esperar la muerte. Dejaría de ser
aquella aventura que se nos ofrece al nacer y pasaría a convertirse en esperar
aquello que aun no conocemos, hacia donde, en definitiva, todos nos dirigimos.
No comments:
Post a Comment