Tuesday 1 March 2016

Mi Primer Libro: Cuerpo, mente, alma

¿Quiénes somos? ¿Qué somos? Cuerpo, mente, alma, los tres en uno, o uno en tres facetas distintas. Sostener que lo he comprobado sería mentir. Sin embargo, estoy (siempre lo he estado) seguro que somos algo más que carne, huesos, y fluidos. Esa chispa que hace de cada uno un ente único, distinto, especial, es aquello que termina de definirnos (o empieza por hacerlo). Es esa parte que es inaccesible a los sentidos, intangible, ininteligible a la mente lógica, a lo racional.

Observar, caracterizar lo aparente, aquello que parecemos ser, es sencillo. Somos hombre, mujer, niño o niña, rubio o moreno, alto o bajo, esbelto o regordete, y así más. La faceta corporal es la más simple de acceder, quizá.

¿Qué hay con la mente? Con ella me refiero a algo distinto del cerebro (que es parte de la realidad corporal). Tiene que ver con quién creemos ser, esa voz (o voces) internas que nos habla todo el tiempo, nos corrige, censura, planea nuestro futuro, añora aquel pasado que siempre fue mejor, suma, resta, y demás aplicaciones matemáticas, utiliza métodos lógicos (o ilógicos), deduce, y tantas otras más. Es aquel elemento, o faceta, que nos diferencia del resto de los seres mortales, y en particular, de nuestros primos más parecidos, los animales; aquella faceta caracterizada por la capacidad a la que llamamos mente, intelecto, razón. 

Estas dos facetas, cuerpo y mente, de distintas maneras, nos son asequibles, palpables, tangibles, corroborables, probables, inteligibles. La tercera, por el contrario, aun se nos escapa… el alma. ¿Qué es el alma? ¿Existe? Y si no existe, ¿somos entonces comunión entre cuerpo y mente?

El alma, creo, es uno de los tantos asuntos a los que llamaría parte de la fe. Creemos que existe y estamos en lo correcto. No creemos que exista y también estamos en lo correcto. Puesto que, pese a asemejarse a una contradicción, no lo es. Esta faceta pertenece a otro plano, otro tipo de existencia y es, en consecuencia, ininteligible, indemostrable, inasequible, al menos de la misma manera o en la misma forma en que podemos acceder al cuerpo o a la mente.

Lo que pienso o mejor, lo que intuyo: esa energía que somos, ese alma, tiene que ver con una energía mayor, ilimitada, atemporal, universal, la madre (o Dios, o la naturaleza, o tantas otras etiquetas o rótulos que se han usado a lo largo de la historia y a lo ancho de tantas culturas).

Cuando, por alguna razón, esa porción, ese alma que cada uno somos, pasa a integrarse a un cuerpo sólido, parte de ese cuerpo (cerebro) se “conecta” y es esta conexión particular entre la energía que somos (alma) y que no podemos corroborar y aquel cuerpo físico en el que nos manifestamos la que llamamos mente, razón, intelecto.

Como trilogía cuerpo, mente, y alma, existimos a un tiempo y a un espacio determinados. Mas, como alma solamente, somos universales y atemporales. De ahí fenómenos como el déjà vu o sensaciones de vivir ciertas circunstancias nuevamente, visitar lugares en los que físicamente no hemos estado antes y sentirnos como en casa, encontrarnos con otros individuos, desconocidos, y tener una conexión inmediata. Somos seres trascendentales, parte de una energía mayor, de alguna manera encapsulados en un cuerpo que aparece sólido.


Subrayo el hecho que nuestro cuerpo aparece sólido pues hasta la ciencia ya ha demostrado que somos más espacio que materia. Las moléculas que nos forman, y los átomos de las que ellas se componen, de hecho cuentan con más espacio entre sus componentes que los componentes mismos. Aquello que observamos, tocamos, olemos a través de nuestros sentidos no es más que una de las tantas formas en que podemos observar lo que aparece, como aparecemos, condicionado por el método, el aparato que usamos para hacerlo, sean éstos nuestros sentidos corporales o la mente, que son resultante a su vez de esta combinación   de espacios y elementos mínimos, energía.

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