Tuesday 16 February 2016

Mi Primer Libro: Bixú, Archi, la Gorda

Un día, creo que de tarde o noche, los tres, Emi, el Gordo, y quien escribe estamos esperando ansiosamente a Papá. Tendríamos siete, cinco, y ocho años respectivamente (o algo así). Serían las seis o siete de la tarde, quizá. A esa hora Papá solía regresar de tribunales, del trabajo. Pero ese día era distinto. Había ya estado en casa, y había vuelto a salir. Había ido a buscar un paquetito, algo para los tres a la casa de la Tía Coca. Recuerdo que los tres lo vimos entrar caminando por la galería que rodea la casa, hasta la cocina de adentro y luego, inmediatamente, aparecer con las manos vacías en la sala. También recuerdo la sensación de palabra rota, de cierto vacío. Siento ahora que escribo estas líneas como los párpados y la sonrisa se me desarmaban al mismo tiempo. Creo que Papá dijo algo (algo así como que el paquetito no estaba). Después metió la mano en uno de los bolsillos de la chaqueta de cuero que estaba usando, y la sacó sosteniendo una bola de pelo del tamaño de un puño. Bixú había llegado a casa.

Nuestra perra, la que nos acompañaría todo el resto de la niñez y la adolescencia. Vivió primero en una caja de cartón, adentro, en la cocina. Con el tiempo la mudarían al fondo, al jardín. Tendría varias cuchas a forma de villa miseria, algo precarias por cierto. Con cadena o sin ella. Mayormente la cadena era para proteger al resto de la población animal (especialmente los patitos recién nacidos) o para que no agarrara la calle y saliera de paseo sin rumbo con el resto de los perros de la calle que pululaban (y pululan) en el barrio. Gustaba de morder sapos y tener al rato la orina de éstos en la boca. Así es como le aparecía la rabia pasajera. Más bien, la orina parecía tener un efecto químico en su boca y se transformaba, casi de inmediato, en espuma blanca. Era una especie de vivió pueril que tendría toda la vida. Un espectáculo tanto cómico como grotesco de ver.

Archi, mi amiga inseparable, aquella con quien compartiría tantas tardes a las 5pm sentados frente al televisor esperando el platito de Xuxa. Por supuesto, para mantener orden y limpieza dentro de la casa, debía de colocar papel de diario donde ella se paraba, y veíamos el show la hora entera. Como Bixú, apareció un día cuando era un plumín amarillo. Creo que vino del campo de los amigos de Mamá y Papá, de las afueras de la ciudad. Vivió también al comienzo en una caja de cartón, en la cocina de adentro. Era tan amarilla que al principio era fácil confundirla con una pelota de tenis en el piso. Con el tiempo, siguió viviendo dentro de la casa. Llegó el día en que debió mudarse al jardín del fondo, afuera. Imagino, debido a la producción inagotable de la que son capaces los patos. Pero, como creció dentro de la casa, la conocía, al menos la planta baja, perfectamente. Así que era común que, de encontrar alguna puerta o ventanal abiertos, entrara y pasara tiempo con nosotros, o fuera a la cocina por algo de comer, o estuviera puntualmente a las cinco de la tarde frente a la pantalla chica sentada a mi lado.

Y la Gorda. He tenido varios gatos. Pero la Gorda trasciende ya que como Bixú y Archi, nuestras almas se encontraron, y quedamos enlazados. Nació en casa de una gata que trajo Tita, creo llamada Moni, multicolor. De una de las tantas camadas, la Gorda apareció blanca y negra. Creo que Moni desapareció después de ese embarazo. Cuestión que la Gorda creció y la recuerdo siempre miembro principal de la familia. De tantas historias que podría relatar, la que más me llena el alma es el hecho que cada noche, sin importar la hora, cuando llegaba del centro, luego de dar mis clases en la facultad, la Gorda me esperaba fuera de la cocina, en la galería, hasta que llegara, sin faltar. Me esperaba. A absolutamente nadie más. Me esperaba. Ella era para mí en ese momento, yo era para ella.


Y así, tantos otros pequeños individuos con quienes crecimos. Con Bixú, Archi, y la Gorda simplemente me refiero a aquellos quienes he llevado conmigo por el mundo, y que, algo me dice, habían estado desde antes, desde siempre, y siguen estando, pues son siendo con quien escribe estas líneas.

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