Cuando somos
aun niños escuchamos frases como “cumple con tus sueños”, “no dejes pasar la
vida sin hacer lo que quieres”, “sigue tu corazón”, y tantas otras. Lo
incoherente es que años más tarde cuando intentamos hacerlo, la mayoría nos mira
raro, frunce el seño, y aparecen otras frases como “no creo que puedas”, “si
fuera tú me conformaría con…”, “quédate donde estás que es más cómodo”, y
demás.
¿Cambiaron?
¿Cambiamos? Para nada. En la propia experiencia he encontrado la respuesta.
Todos soñamos, todos tenemos aspiraciones, y más cuando somos pequeños y el
mundo parece no tener límites. Y es que no los tiene.
Pero al
crecer, las auto-limitaciones comienzan a aparecer, primero en forma de
elementos externos, principalmente el otro, hasta que hacen su camino a través
del ser y corroen en lo profundo. Es difícil verlo claramente cuando recién nos
abrimos al mundo pero la mayoría tiende a conformarse y no entiende bien cómo
es que hay seres que pese a los años, los imponderables, y las circunstancias
externas, siguen con tesón (y muchas veces, sólo con eso) aquellos sueños que
tuvieron cuando niño.
Creo que eso,
de alguna manera, los mantiene jóvenes, vivos, alegres, pero también los obliga
a andar de tanto en tanto por caminos solitarios. Y no es que el resto tenga
algo en contra o quiera nuestro fracaso. Lo he entendido con el tiempo. Mas
bien, el resto no puede dejar de comparar que dadas las mismas condiciones,
alguien más, ese otro, dejó comodidad y seguridad, y ellos se quedaron sentados,
soldados, al costado del camino.
Debo hacer un
paréntesis para aclarar que no creo que uno sea un héroe y el otro un villano.
El único elemento negativo, funesto, lo observo en la innecesaria comparación.
Cada uno es dueño, director, guionista, y productor, a más de actor principal,
de su propia historia. Si la historia que decidí vivir tiene que ver con una
familia, una casa, un coche, y un perro, perfecto. Así como también si la
historia que escogí me lleva a la luna. El gran déficit humano es en intentar
cargar las miserias propias por decisiones no tomadas, riesgos no intentados,
los sueños abandonados en potencia, traicionados, en las espaldas de alguien
más.
Tú allí, yo
aquí. Pues yo estoy aquí seguro que lo elegí. Imagino que tú también y por eso
estas allí. Pues el resultado de nuestro ahora, del hoy que vivimos no es más
que el producto de la suma (o resta) de nuestras decisiones, y consecuentes
acciones y omisiones.
El secreto:
pues que no hay secreto. Vuelve a ser niño, se feliz con tus elecciones,
acertadas o erradas. La vida se escribe siempre en borrador y no tendrás tiempo
ni oportunidad de pasarla en limpio. Si erradas, llora un poco si te hace
sentir mejor, y sigue jugando. En definitiva, la vida (al menos esta) es eso, un juego, el gran juego. ¡Que no te hagan creer en roles! ¡No te la
tomes en serio! Antes que médico, lavandera, o presidente has nacido niño, has
nacido tú. Y no hay, hubo, o habrá otro tú tan tú.
Se feliz, ocúpate
de hacer felices a los que te rodean, y a los que vas encontrando en el camino.
Átate a un sueño, no a un objeto o a una persona. Y anda, camina, gatea, vuela,
o quédate quietecito. Tu historia es eso, tuya, de nadie más. Si tiene límites,
destrúyelos. La chance es que los has creado tú. Pues pese a que existan
situaciones ineludibles, la decisión entre dejarnos secar y seguir floreciendo
a través de la aceptación de lo que es, fue, es y será siempre tuya. Lo único que
puede detenerte, limitarte, en definitiva, eres tú mismo. Se tu amigo, tu
compadre, tu cómplice, tu soporte, tu luz.
Ilumina tu camino, que iluminando tu
camino iluminas el de los demás.
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