Friday 7 December 2018

Ser Siendo. Acerca de la Vida y de la Muerte (2)


Los antiguos griegos ya lo sabían. La trinidad del cuerpo, mente y espíritu alude a nuestras tres formas de existencia. Aquella que percibimos a través de los sentidos, la existencia fáctica; la una que es puente entre lo físico, el cuerpo, y lo supra-empírico, nuestra alma, la existencia inteligente (intelectual y emocional); y la otra, la existencia espiritual.

“¿Y no es esta liberación, esta separación del alma y del cuerpo lo que se llama la muerte? se pregunta sin temor Sócrates momentos antes de ingerir la cicuta. Pues es justamente en el cuerpo físico en el que se encierra el alma para transitar la existencia empírica. El filósofo va más allá y enseña que a la vez de permitirnos transitar esta existencia empírica, el cuerpo físico nos limita y, en consecuencia, el alma debe recordar en la vida terrena que es más que simple carne, huesos y líquidos. Exactamente, se pregunta si para “[…] purificar el alma, ¿no es como decíamos hace muy poco, separarla del cuerpo y acostumbrarla a encerrarse y a reencontrarse en sí misma renunciando en todo lo posible a dicho comercio, viviendo bien sea en esta vida o en la otra sola, desprendida del cuerpo, como de una cadena?”

Las enfermedades, las emociones, los pensamientos, y tantas otras circunstancias sólo tienen que ver con el cuerpo físico y con el plano inteligente. El espíritu simplemente es. Y como simplemente es, es eterno, perfecto, completo. Nuevamente, Sócrates lo explica tan sencilla como magníficamente:
“Porque el cuerpo nos opone mil obstáculos por la necesidad que nos obliga a cuidar de él, y las enfermedades que pueden presentarse turbarán también nuestras investigaciones. Además, nos llena de amores, de deseos, de temores, de mil ilusiones y de toda clase de estupideces, de manera que no hay nada tan cierto como el dicho vulgar de que el cuerpo jamás conduce a la sabiduría.”
En otras palabras, puesto que el alma reside en un cuerpo físico en su estadio durante la existencia sensible, y el cuerpo físico obedece a otras reglas, principios, es que nace, crece, enferma, se descompone, y muere. De forma similar, la existencia inteligente a través de nuestra razón da a luz ideas, el pensamiento abstracto, lo inteligible a través de la razón, y las emociones. Sí, incluso las emociones, lo que en la modernidad llamamos inteligencia emocional no es más que otro de nuestros productos.

El filósofo va más lejos aun y hace evidente algo que la ciencia descubre recientemente: la realidad que nos circunda es relativa, no absoluta, es subjetiva, y de ninguna manera, objetiva (a lo más, menos subjetiva). Esto es, debido a que la realidad física que rodea a nuestro cuerpo empírico es entendida por medio de sentidos, y estos sentidos son distintos en cada individuo, cada individuo percibe (construye) una realidad que le es propia. De allí, ejemplos simples como el daltonismo, la miopía, la ceguera, la hipoacusia, y tantas otras “anomalías” físicas son casos que evidencian cómo el sujeto define su realidad. Siendo que el cuerpo físico interpreta la materia (los átomos, o más precisamente, protones, electrones y neutrones) a través de sentidos también físicos, es que esa interpretación está siempre limitada por el aparato gnoseológico. En palabras de Sócrates “¿[t]ienen la vista y el oído algún viso de certeza o tienen razón los poetas de cantarnos sin cesar que en realidad nada vemos ni oímos? Porque si estos dos sentidos no son seguros ni verdaderos, los otros lo serán todavía mucho menos, siendo mucho más débiles.”
De suyo, la realidad inteligente guarda las mismas características puesto que la interpretación intelectual y emocional de la realidad tiene que ver con la razón; es decir, un aparato gnoseológico adecuado al objeto y que, como en caso del mundo empírico, es limitado.

No es extraño entonces que la muerte sea interpretada tanto en la existencia física cuanto en la existencia inteligente como el fin. Es cierto. Y no es que el ser deje de existir completamente. Simplemente, el ser deja de estar (i.e. de existir) en la experiencia empírica y en la experiencia inteligente puesto ambos aparatos gnoseológicos son limitados en aprehender las características totales del ser siendo. Los aparatos gnoseológicos físicos e inteligentes sólo son capaces de aprehender características físicas e inteligibles intelectualmente y, en consecuencia, meras facetas del objeto.

Ergo, el sujeto que define su realidad por medio de la existencia física y/o existencia inteligente temerá a la muerte puesto que la muerte implica en estos casos el fin del ser.

Más adelante abordaremos el tema desde distintas religiones y enseñanzas espirituales. Veremos que pese a diferencias superficiales, todas coinciden en el carácter relativo (y evolutivo) de la muerte. Además de las distintas existencias, exploraremos lo fenomenológico en sus distintas facetas con mayor detenimiento. Vinculado con las existencias fenomenológicas del ser, evaluaremos (reevaluaremos) nuestro entendimiento acerca del tiempo. Como dijimos ayer, pasado y futuro son ficciones. Aquí y ahora soy pues el tiempo (o mejor, el tiempo cronológico) es una creación mental. Nuestro ego necesita de tiempo cronológico para existir, para subsistir. Quienes somos, quien soy, simplemente es. Este segundo es otro tipo de tiempo que en nuestros días podemos comprenderlo intelectualmente como una dimensión cuántica.

Ringuelet, jueves 07 de diciembre de 2018.

Emilio Curti
Twitter: London1701
Instagram: griseldacurti
Facebook: Griselda Curti

Tumblr: drjorgesblog

No comments:

Post a Comment