La vida, esa sucesión de eventos
y actos, para algunos ilimitada, para otros limitada por sus propias fronteras
intelectuales y emocionales. Si algo me
enseñó la infancia es que todo es posible si creemos en ello, trabajamos
duro, y damos todo lo que tenemos a la empresa.
Ha sido algo difícil conservar
esas enseñanzas solidas en mente y corazón, admito. La vida nos arrebata cosas,
personas, momentos, y otros, también lo hacen. Hay días duros, desafiantes…
¿cómo se hace para mantener firme las creencias de poder, de apostar a ser más,
de respirar magia en cada inhalación? Muy simple, diciéndolo, cambiando de
actitud, o mejor, manteniendo esa actitud casi pueril que teníamos antes, esa
cabeza dura de creer en lo imposible, de hacer cosas idiotas o sin explicación
solamente por tener ganas, de sonreír sin causa, de reír a carcajadas. ¿Cuánto
hace que no sueltas una? Me atrevo a decir, sin conocerte, más de lo que puedes
recordar. ¿Estoy en lo cierto? Si es así, es tiempo de detenerse, no pensar
mucho, dejar ir lo no esencial, y quedarse con lo básico. No me refiero a dejar
las posesiones ni a nada etéreo. Más bien me refiero a algo intimo, dentro,
profundo. Dejar ir el depender del juzgamiento del otro (y no juzgarnos
tampoco); dejar ir el pasado (ya pasó); no sentarse a esperar el futuro (vendrá
en menos de lo que te imaginas, es inevitable). Vive el ahora, vive el
presente, honra a tus afectos, dales de tu tiempo, que en definitiva, es la
única posesión que no podrás recuperar y, por eso, la más cara a cualquier ser.
Elévate por encima de las circunstancias fácticas, de los accidentes externos,
de las formas.
Muy pintoresco todo, muy
iluminado, muy esperable me dirán de inmediato, quizá. Pero ¿si mi realidad me
lo impide? ¿mis circunstancias son demoledoras? ¿las pérdidas son
insoportables? ¿la escasez llega al hambre?
Coincido, el elevarnos no nos
alimentará. No podemos vivir del amor, comer del amor, respirar del amor, o
algo así dice la canción. Y no propongo eso. Sin embargo, ante cualquier situación,
siempre, siempre, SIMPRE tenemos el poder de rechazarla o aceptarla. Si
solamente la rechazamos nos sentiremos seguramente molestos, impotentes, inútiles.
Y es que la realidad, positiva o negativa, es. Al menos, es en lo que aparenta
ser para el que la transita.
Lo que propongo es diferente.
Aceptar lo que es, que es algo distinto a decir conformarse con lo que es. Si
está en nuestra mano afectar, cambiar la situación, hagámoslo. ¿Qué perdemos?
Pero, si no está en nuestro poder hacerlo, si por alguna razón la situación,
circunstancia, evento, persona se nos presenta imperturbable pese a nuestro más
ferviente ahínco, es allí donde debemos elevarnos, ir más allá. El que
evoluciona es el yo, el tú, el ser. Y es que situaciones insalvables no son más
que oportunidades en las que la vida sigue pasando y cada uno de nosotros tiene
la elección de quedaros a un costado, inmóviles, o seguir con ella, viviendo,
siendo, soñando.
Ir más allá no quiere decir que
necesitemos movernos físicamente, o cambiar algo externo. Quizá lo hagamos,
pero no es condición necesaria. Ir más allá implica simplemente reconocer que
una situación es solamente eso, una situación, algo externo a quienes somos,
pese a que esa situación tenga incluso que ver con nuestro cuerpo, salud, que
en definitiva, son accidentes, pero no quienes somos.