Friday 21 November 2014

Receta para lograr un sueño o de cómo alcanzar un sueño


¿Cómo se alcanza un sueño? Primer ingrediente, tener al menos un sueño. Parece simple, pero he comprobado no lo es (al menos, no para todos). He conocido tanta gente a lo largo de la vida (la mayoría diría) que no posee sueños, o si los tiene, los ignora, esconde, ahoga de a poco. Personas como estas transitan la existencia en piloto automático. Sus planes consisten en levantarse a cierta hora, pensar que les depara el próximo día en el trabajo, quizá que van a llevarse a la boca a la hora del almuerzo o cena, si son un poco aventurados alguna otra actividad antes de volver al hogar (gimnasio, deportes, compras, otras), cena solos o en familia frente a la televisión o en torno a la mesa diaria en silencio o con charlas que siempre giran alrededor de los mismos temas. Y los fines de semana: descansar del cansancio de la semana; rutinas que la casa, el departamento, automóvil necesitan; más compras; alguna visitas a amigos y/o familiares… y vuelta a empezar la rueda de la fortuna (o de la rutina) el lunes y de nuevo el piloto automático.

Algunos consideran un sueño el estar libres el fin de semana; otros, el llegar a los 60’s con una pensión decorosa y retirarse a dejarse morir de a poco generalmente planteándose: “si volviera a ser joven haría…”; “en la próxima vida voy a trabajar menos y vivir más…”
Pero, ¿qué es un sueño? ¿Necesita ser difícil, improbable, fantástico, único? No lo creo. Sueños son aquellas cosas, acciones, personas, situaciones, etc. que deseamos ser, poseer, vivir. Desde una bicicleta o el cabello de otro color cuando somos jóvenes hasta una casa, autos importados, vueltas al mundo, cuentas bancarias obscenas en la adultez. Cada quien posee los suyos en tamaños, formas y alcances diferentes. 

Creo que todos estos factores dependen de cuanto uno cree en sí mismo. En ambos casos, la etapa en la que soñamos, y aquella en la que los concretamos. Algunos consideran que soñar y concretar dependen de nuestro alrededor, de las experiencias que tenemos, de la educación formal en informal, y demás. Nuestros sueños estarían en consecuencia 'condicionados'.  No estoy de acuerdo y entiendo que experiencias, lugar en que nacemos, y otras tantas circunstancias que nos son externas son solamente aleatorias. A fin de cuentas, los cambios a nuestro alrededor se producen siempre y cuando pongamos en marcha la maquinaria que llamamos universo y que consiste en todo aquello que nos rodea. Si no nos movemos, no caminamos, parpadeamos, respiramos… Por supuesto otros pueden (y de hecho lo hacen) interferir con nuestras conductas. Esa interferencia puede ser positiva (coadyuvando) o negativa (haciendo lento el camino o simplemente oponiendo resistencia a nuestras acciones). Sin embargo, la opción de tener una conducta en interferencia con otro sujeto es nuestra desde que para que exista esa interferencia se necesitan al menos dos sujetos: el otro y el yo.

¿Puede la interferencia de otros respecto de nuestra conducta hacernos desistir y finalmente aniquilar un sueño? De ninguna manera. Considero esencial e intrínseco a un sueño su carácter imperturbable y, a fin de cuentas, alcanzable. Si alguien o algo es lo suficientemente fuerte o poderoso para hacernos desistir, es que aquél no era nuestro real sueño; más bien un simple deseo al paso que bien puede hacernos decaer el hecho de no conseguir pero que en definitiva puede ser rápida y fácilmente reemplazado por otro/s nuevo/s deseos.

En cambio, si dejamos (subrayo, DEJAMOS) que otros apaguen, tuerzan, desangren los sueños que tenemos, estamos permitiendo dar rienda suelta a cualquiera para que juegue a su antojo con nuestra esencia, aquéllo de lo que estamos formados y que nos hace seguir. Walt Disney hace tiempo lo expresó claramente: lo único entre uno y un sueño es uno mismo. Coincido por completo. Simple pero de una verdad pretérita. 

Cierto es que aliados de los sueños deben ser la paciencia y la perseverancia. Y cuanto más grandes y complejos los sueños, más de estos dos aliados necesitaremos. 


El haber nacido en un contexto latinoamericano y el permitirme la existencia en uno anglosajón han dado un balance sutil del que he siempre tratado de observar lo mejor de ambos mundos. Del sur vienen las musas, los espíritus, lo trascendental, el contacto con la sangre, madre tierra y naturaleza, el otro y el yo en uno, el uno, el muchos, el todos. Del norte, la calma, el tiempo, lo tangible, el producto, el respeto (por uno, por los demás).

Diría entonces que los sueños se apoderan de nosotros de alguna forma en algún momento de nuestras vidas por tiempos diversos y se encaraman a nuestra alma. Dependiendo de la fuerza de esa amalgama, de la confianza en uno mismo, el fuego interno que sólo algunos tienen, y el hecho que el sueño sea específico, mensurable, alcanzable, realista y temporal, siento y pienso totalmente posible el alcanzar la meta.

Soñar depende de uno y las musas; alcanzar el sueño, de nosotros mismos.