Thursday 13 December 2018

Ser Siendo. Acerca de la Vida y de la Muerte (4)


La Biblia y la muerte (cont.)
El post anterior introdujo el tema de la muerte en el contexto de La Biblia a través de varios pasajes. Hoy nos centramos en dos ideas principales que tienen relación con las nociones platónicas respecto a estos mismos temas: existencia física y existencia espiritual; aparato gnoseológico para aprehender lo empírico y lo no empírico.

Existencia física y existencia espiritual y de cómo aprehendemos cada uno
San Pablo nos dice:
“Porque para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. Pero si seguir viviendo en este mundo va a permitir un trabajo provechoso, no sabría qué elegir. Me siento presionado por ambas partes: por una, deseo la muerte para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor.” (Flp 1, 21-23)

La cita es explícita en mencionar dos tipos de existencia. La una, real, empírica, en un mundo asequible a los sentidos. La otra, ideal, no empírica, sólo comprensible por medio de otro aparato gnoseológico (no los sentidos ni la razón). Por eso es que este tipo de pasajes son cuestionados, entre tantos otros, por la ciencia. Simple. Es una cuestión de fe sería la respuesta breve. Una respuesta más compleja requiere la elaboración acerca de qué son objetos ideales y cómo aprehendemos sus características.

La tradición de la Iglesia entiende que podemos pedirle a Dios nos permita tomar conciencia de que nuestros seres queridos no nos han abandonado, puesto que como una nube nos envuelven (Hb 12, 1), yendo más allá de lo que aparece a nuestros sentidos, como se ve en el segundo libro de los Reyes (2Re 6, 8-23).
“El criado del hombre de Dios se levantó de madrugada y vio que la ciudad estaba sitiada por toda aquella tropa. Y dijo a Eliseo: -¡Ay, señor! ¿Qué hacemos? Él respondió: -No temas, pues, los que están con nosotros son más que ellos. Eliseo oró así: -Señor, ábrele los ojos para que vea. El Señor abrió los ojos al criado y vio la montaña llena de caballos y carros de fuego, que rodeaban a Eliseo (2Re 6, 15-17).”

Para comprender este pasaje es necesario aclarar dos cuestiones:
Primero, la circunstancia que Dios nos permite “tomar conciencia” de nuestros seres queridos luego de su muerte. La interpretación es errónea puesto que “tomar conciencia” implica necesariamente la razón. Para estar en contacto con aquellos que han evolucionado a través de la muerte no es necesaria la razón (tema que tratamos en los dos primeros posts de esta serie). La razón es el aparato gnoseológico propio de la matemática y de la lógica. Cierto, la razón permite aprehender objetos ideales (por ejemplo, números, figuras geométricas, teoremas, y similares) pero estos objetos ideales son de naturaleza distinta al espíritu. Comparten con ellos la característica de ser no empíricos. Sin embargo, el espíritu, a diferencia de los números y otros objetos similares, es trascendental respecto de los sentidos y a la razón.
Segundo, el segundo libro de los Reyes es explícito cuando nos dice “Señor, ábrele los ojos para que vea.” La pregunta correcta en este contexto es ¿a qué ojos se refiere La Biblia en este pasaje? La respuesta es simple. No se refiere a los ojos que tienen que ver con los sentidos, ni a los “ojos” relacionados con la razón (inteligencia) sino a lo que en filosofía, y más precisamente los intuicionistas, se llaman “ojos del corazón.” Una noción vulgar de los “ojos del corazón” los definiría como sexto sentido. No es exactamente así. Los “ojos del corazón” tienen que ver con una de las tres formas que tenemos de aprehender la existencia en su forma fáctica, inteligente y espiritual. A diferencia de los aparatos gnoseológicos que guardan relación con las dos primeras existencias (los sentidos y la razón, respectivamente), los “ojos del corazón” no poseen problema alguno: son perfectos.
Es decir, los sentidos pueden engañarnos haciendo de la realidad algo subjetivo (por ejemplo, el ciego, el miope y el que posea astigmatismo no “verán” el mismo objeto de la misma forma). Del mismo modo, la razón puede construir diversas realidades a partir de la misma experiencia (por ejemplo, individuos con coeficiente intelectual distinto aprehenderán objetos ideales en la matemática o la lógica de manera diferente). La intuición (entendida como los “ojos del corazón”) aprehende al espíritu en su forma plena, eterna, completa, luminosa. No existe aprehensión parcial o errónea. Sin embargo, lo cierto es que si la aprehensión del espíritu parece parcial o errónea (incluso, inexistente) el motivo es simple: no hemos abierto los “ojos del corazón.”
Entonces, no busquemos ver a aquellos que han muerto pues no los encontraremos. No intentemos siquiera entender la muerte pue no lo haremos. Simplemente tengamos la certeza que aquél es un punto de inflexión, un pasaje, una puerta, la evolución de un estado a otro de cosas. El cambio del estado de cosas en que el espíritu reside en un cuerpo físico y de cuya unión la razón es un producto derivado al estado de cosas en que el espíritu se libera de ataduras fácticas e ideales para volver a ser aquello que es: energía, luz eterna.

El próximo post abordará la muerte desde otra perspectiva religiosa, cultural, social o histórica.

Ringuelet, jueves 13 de diciembre de 2018.

Emilio Curti
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