Durante casi 40 años, de los que
recuerdo unos 35, quizá, he conocido tanta gente. Pienso, como todos, he creído,
descreído, me he ilusionado, desilusionado, apasionado, descorazonado. Sin
embargo, pese a esos altos y bajos, algo muy dentro me ha hecho seguir
confiando, apostando, simplemente, seguir…
Entre Mamá que me ha cosido las
alas una y mil veces, la voz de Papá que me ha dado siempre el aliento que
necesito, y la Reina de los bajitos que me hace seguir manteniendo la
ingenuidad intacta, puedo decir con seguridad que la fe en el otro se mantiene,
aun luego de tantos golpes y sobresaltos, intacta. Es cierto, algo más
analítico, pero con la puerta abierta para quien se acerque con el alma pura.
Pensarán que esto me ha traído
problemas, quizá. ¡Están en lo cierto! ¡Innumerables! Pero también es cierto
que esa apertura mental y emocional, esa capacidad de ver a través del otro, de
aventurarme, de entregarme a lo desconocido, me ha hecho inmensamente rico en
experiencias, en amistades por cuanto rincón del mundo se les ocurra. Ha
resultado en un camino, en una vida que me asegura un final en el que sé voy a
estar tranquilo conmigo mismo, sin deudas con quien escribe, pues el alma,
cuerpo, y espíritu habrán tenido todos y uno infinitas posibilidades tomadas
con las manos fuertemente y exprimidas hasta la última gota…
No escucho, no conozco a aquel
que quiere encontrarle explicación al misterio que es la vida. Pues, como Oscar
Wilde escribiera, es tan simple como la esfinge sin secreto. Y es que la vida
es eso, un no-misterio. No nos oculta absolutamente nada, todo nos ofrece.
Pero, el miedo, la inseguridad, el hacernos adultos nos mantiene estáticos,
fijos en un lugar y en un tiempo, inmanentes, mientras la vida, pues la vida
sigue. ¿Por qué ha de esperarnos? Después de todos, a nuestro alrededor los
demás también están construyendo sus leyendas personales, andando o desandando
sus caminos, volando o arrastrándose.
Voy a contarte un secreto que la
misma vida me abrió allá hace tiempo, cuando pasé a esta existencia, y que ha
seguido conmigo. No hay borrador, no hay segunda oportunidad, al menos para
esta comunión entre alma, cuerpo, y espíritu. Así que nos lanzamos de lleno a
la experiencia de ser siendo o esperamos a una próxima oportunidad que nunca
llegará, lo sabemos. Sé que trascenderemos a otra existencia. Pero, esa otra
existencia no ofrecerá la comunión que ofrece esta. Cierto, experimentaremos
otras experiencias. Mas no estas. Cada uno tiene la elección de pasar por esta
sin dejar huella, y sin dejarse huella encima. Pero, quien escribe, piensa,
siente, intuye que el dejar pasar una experiencia es simplemente dejar de
permitirle al ser el siendo. Y, de esta manera, al no ser, pues se pasa la vida
simplemente esperando a lo que vendrá, anhelando, mas nunca siendo.
¿Cuál es la regla a seguir? Pues
que no hay reglas. Parecerá simple, y de hecho lo es. Cada uno escribe su
leyenda personal, su historia. Cada uno anda y desanda su camino, o no lo
camina en absoluto. Nacemos, andamos (o no), morimos físicamente. No todos
somos. La mayoría, aparece. Algo así como las manchas en un leopardo sin ser el
leopardo. Seamos siendo… Pues siendo, somos.
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