Un día, creo que de tarde o
noche, los tres, Emi, el Gordo, y quien escribe estamos esperando ansiosamente
a Papá. Tendríamos siete, cinco, y ocho años respectivamente (o algo así).
Serían las seis o siete de la tarde, quizá. A esa hora Papá solía regresar de
tribunales, del trabajo. Pero ese día era distinto. Había ya estado en casa, y
había vuelto a salir. Había ido a buscar un paquetito, algo para los tres a la
casa de la Tía Coca. Recuerdo que los tres lo vimos entrar caminando por la
galería que rodea la casa, hasta la cocina de adentro y luego, inmediatamente,
aparecer con las manos vacías en la sala. También recuerdo la sensación de
palabra rota, de cierto vacío. Siento ahora que escribo estas líneas como los
párpados y la sonrisa se me desarmaban al mismo tiempo. Creo que Papá dijo algo
(algo así como que el paquetito no estaba). Después metió la mano en uno de los
bolsillos de la chaqueta de cuero que estaba usando, y la sacó sosteniendo una
bola de pelo del tamaño de un puño. Bixú había llegado a casa.
Nuestra perra, la que nos acompañaría
todo el resto de la niñez y la adolescencia. Vivió primero en una caja de cartón,
adentro, en la cocina. Con el tiempo la mudarían al fondo, al jardín. Tendría
varias cuchas a forma de villa miseria, algo precarias por cierto. Con cadena o
sin ella. Mayormente la cadena era para proteger al resto de la población
animal (especialmente los patitos recién nacidos) o para que no agarrara la
calle y saliera de paseo sin rumbo con el resto de los perros de la calle que
pululaban (y pululan) en el barrio. Gustaba de morder sapos y tener al rato la
orina de éstos en la boca. Así es como le aparecía la rabia pasajera. Más bien,
la orina parecía tener un efecto químico en su boca y se transformaba, casi de
inmediato, en espuma blanca. Era una especie de vivió pueril que tendría toda
la vida. Un espectáculo tanto cómico como grotesco de ver.
Archi, mi amiga inseparable,
aquella con quien compartiría tantas tardes a las 5pm sentados frente al
televisor esperando el platito de Xuxa. Por supuesto, para mantener orden y
limpieza dentro de la casa, debía de colocar papel de diario donde ella se
paraba, y veíamos el show la hora entera. Como Bixú, apareció un día cuando era
un plumín amarillo. Creo que vino del campo de los amigos de Mamá y Papá, de
las afueras de la ciudad. Vivió también al comienzo en una caja de cartón, en
la cocina de adentro. Era tan amarilla que al principio era fácil confundirla
con una pelota de tenis en el piso. Con el tiempo, siguió viviendo dentro de la
casa. Llegó el día en que debió mudarse al jardín del fondo, afuera. Imagino,
debido a la producción inagotable de la que son capaces los patos. Pero, como creció
dentro de la casa, la conocía, al menos la planta baja, perfectamente. Así que
era común que, de encontrar alguna puerta o ventanal abiertos, entrara y pasara
tiempo con nosotros, o fuera a la cocina por algo de comer, o estuviera
puntualmente a las cinco de la tarde frente a la pantalla chica sentada a mi
lado.
Y la Gorda. He tenido varios
gatos. Pero la Gorda trasciende ya que como Bixú y Archi, nuestras almas se
encontraron, y quedamos enlazados. Nació en casa de una gata que trajo Tita,
creo llamada Moni, multicolor. De una de las tantas camadas, la Gorda apareció
blanca y negra. Creo que Moni desapareció después de ese embarazo. Cuestión que
la Gorda creció y la recuerdo siempre miembro principal de la familia. De
tantas historias que podría relatar, la que más me llena el alma es el hecho
que cada noche, sin importar la hora, cuando llegaba del centro, luego de dar
mis clases en la facultad, la Gorda me esperaba fuera de la cocina, en la galería,
hasta que llegara, sin faltar. Me esperaba. A absolutamente nadie más. Me
esperaba. Ella era para mí en ese momento, yo era para ella.
Y así, tantos otros pequeños
individuos con quienes crecimos. Con Bixú, Archi, y la Gorda simplemente me
refiero a aquellos quienes he llevado conmigo por el mundo, y que, algo me
dice, habían estado desde antes, desde siempre, y siguen estando, pues son
siendo con quien escribe estas líneas.
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