Wednesday 2 December 2015

Mi Primer Libro: J.N. ("Jota Ene")

Las primeras palabras que me vienen cuando pienso en Papá: traje y corbata, honestidad, paciencia, pinta, gallardo, seguro, picardía alegre, juvenil, presencia y prestancia, palabra.

Me ha enseñado rectitud y honradez, y defender principios fundamentales aun a costa de pasarla mal, bastante, muy mal. Él fue (y aun es) quien apoyó cada proyecto que tuve (tengo) por más loco, estúpido, o ilusorio que pareciera al comienzo. Mamá también. Pero Papá además siempre mostró (muestra) una fe ciega en mi determinación a alcanzar algo, cualquier cosa o meta.

Desde que tengo memoria lo recuerdo pelado o semi-pelado, con una aureola encima del cráneo y cabello corto, fino, blanco. De ojos marrones, brillantes, que siempre inspiran calma, tranquilidad, confianza; nariz importante tanto en ancho como en largo, y de labios suaves, pequeños, con dientes perfectos en hileras simétricas; el rostro todo es imagen de seguridad y serenidad. Las arrugas que hoy tiene pasados los 70 son las mismas que recuerdo de chico. Parece no haber envejecido.  Solamente, luego del infarto, y después del ataque de Mamá, lo he visto perder peso y mostrar pliegues. Pero semanas, meses después de ambos incidentes, también lo he visto recuperar la lozanía de décadas pasadas.

Si de Mamá las manos, de Papá la mirada. Siempre ha sido de dar charlas largas, de ahondar en ideas hasta el hartazgo. Con la edad he comprendido mejor que algunas ideas necesitan ser suavemente explicadas para ser mejor digeridas. Él es un experto en esto. Antes entendía esas charlas como un soporífero; hoy las reconozco como un arte detrás de esas detenidas frases en detalles y contenido. Y sus ojos, inmutables. Siempre seguro de lo que dice. Si no lo está, no lo demuestra en absoluto. Inspira esa misma solemnidad y concretitud que no he visto más que en la pantalla chica o en el cine. Siempre ha sido así, sólo que ahora soy yo quien se da tiempo en saborear cada palabra, cada diálogo que tenemos. De una agudeza y poder analítico que jamás he observado en otro individuo, he tenido la suerte, junto con la intuición de Mamá, de hacerme de dos consejeros de vida expertos en ver a través de las personas, las vicisitudes, y lo inesperado.

La vida no le ha sido fácil. De una familia numerosa, eran en algún momento cuatro hermanos, cuatro hermanas, el Padre y la Madre. Nació con dificultades motrices y hasta los cinco años de edad no caminó−arrastraba los miembros inferiores logrando movilidad solamente con ayuda de brazos y manos. Luego, un día, comenzó  a caminar, y así sigue, de pie, de frente ante el mundo. De allí en adelante se echo la familia (o le echaron) en la espalda. Y los ha cargado desde entonces sin quejarse.

Historias, miles. Desde la mudanza de la familia a Córdoba por el cáncer de pulmón del Padre, hasta la abuela Toba de los Toldos, el servicio militar, conocer a Mamá, casi terminar en Malvinas durante la guerra, vender huevos, ser empleado, y abogado luego, hasta llegar a nosotros tres, literalmente las mil y una ha pasado y lo sigue haciendo, esbelto, entero.

Aun oscuros seres como “el Negro” y Marcela no pudieron tapar la luz que emite con tanta pudrición, amenazas, agachadas que le arrojaron. Supo mantener a la familia toda impecable, impoluta, inaccesible a tanta maldad. Y con eso he logrado comprender y vivir que es un hecho: existen definitivamente individuos que no tienen precio. Y otros que no entienden como estos primeros siquiera existen, e intentan por todos los medios destruirlos, ensuciarlos, o arrastrarlos a su circulo malévolo, infernal. ¡Aun más! Ha intentado incluso ayudarlos, extenderle la mano y elevarlos a la luz. Nunca ha sentido rencor por esos seres maquiavélicos.


Con un hijo secuestrado, tres por secuestrar (cuando el secuestro no estaba de moda en Argentina, o en Latino América), automóviles distintos cada día fuera de la casa vigilándonos, llamadas telefónicas a cualquier hora intentando asustarnos, y así hacerle perder el rumbo, siempre continuó, continua la senda recta.

¿Estoy orgulloso? Creo que es más que evidente. ¿Exagero? En realidad, todo lo contrario. En unos cuantos párrafos solamente asoman características y eventos muy superficialmente. Es definitivamente de allí de donde me viene la convicción sólida, inamovible.


A mi Papá, Jorge Argentino Núñez. Hoy. Ayer. Siempre.

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