Thursday 26 March 2020

Cartas a mi. CATORCE: Hazte amigo de la soledad, el silencio, la contemplación y la meditación.

Al comienzo, te será difícil. El ser humano es un animal social y, de alguna manera parece buscar al otro. Casi todos buscan algún tipo de reconocimiento también. Así que la soledad es un estado que le cae bien a muy pocos. De un lado, creo que porque sí somos animales sociales. Pero, del otro, pienso que más tiene que ver con la dificultad que tienen todos (absolutamente todos al menos al principio) en tener que estar con uno mismo, en aceptarse, en escucharse. 
A ti también te sucederá. Tendrás momentos, épocas en los que te sentirás solo aun estando rodeado. En otras épocas o momentos te sentirás solo estando físicamente solo. Algunos caracterizan el primer caso como el peor. Puede que tengan razón. Pero la experiencia te enseñará que sentirse solo estando solo o acompañado, de cualquier manera, es duro. 

Lo primero que debes tener en cuenta es que la soledad, como todo estado, es pasajero física y mentalmente. Luego, que la soledad no es una penalidad, una sanción y más bien es una oportunidad. Exacto: una oportunidad que la vida o tú o ambos te dan te dan para reencontrar el balance, para entenderte, para entender al universo, para escucharlo, para analizar, intuir los mensajes que te envía (¡y que lo hace de seguido, si estás atento!). 

El silencio, la contemplación, provocados o simplemente accidentales, son excelentes compañeros de la soledad. De hecho, cuando estés solo o te sientas solo, contemplar el silencio te abrirá una nueva forma de abrazar el todo, de vivir el alma que, en definitiva, es el único momento y el único lugar en el que esta parte de tu existencia se manifestarán. En lo posible medita. Es decir, conscientemente toma la decisión de apartar tiempo y espacio para ti, contigo. Si en grupo o sólo físicamente, te dará igual (ya me entenderás mejor cuando intentes ambas formas). En cualquier lugar, en silencio o no, contemplando o no, con los ojos cerrados o totalmente abiertos, incluso escribiendo, aprende las simples técnicas (te aconsejo la medicación y técnicas budistas). Hazlos parte de tu día a día. Evita la palabra rutina para que no parezca uno más de los puntos en una lista de deberes diarios. 

El encuentro contigo mismo, a través de la meditación, a tu espacio y a tu tiempo, debería ser tan planeado como espontáneo. Planeado, en el sentido de ser una decisión consciente. Espontáneo, en el sentido que cualquier lugar y a cualquier tiempo que te apetezca dale a tu ser la oportunidad de comunicarse contigo, así en silencio o no, contemplando, meditando físicamente solo o con otros. La soledad como sensación estará ausente o, mejor aun, abrazarás su presencia pues las sabrás una oportunidad para volver a ti mismo y, al volver a ti mismo, vuelves a la Madre, al Todo, al Universo del que eres, ha sido y siempre serás plena manifestación. 

La soledad y tú, y nosotros. Serán amigos, se enemistarán, querrás dejarla y ella se aferrará más fuerte. Consejo: hazte amigo. Como te decía, será una amistad dura. Puede que te duele de tanto en tanto. De hecho, sucederá. Sin embargo, de un lado será una realidad. Así que no la batalles pues perderás energía y te desgarrarás en vano. Del otro, sin entregarse a ella (pues está lejos de ser tu naturaleza) acéptala como un hecho y utilízala, crece con ella, escúchala pues escuchando sus silencios te escucharás a ti y, escuchándote, te comprenderás mejor. Y es que, haciéndote amigo de la soledad, te acercarás a ti como persona o experiencia ninguna te puede permitir. Es así, estar, sentirte solo puede ser grato y hasta placentero. Y así es. 

Cuando tú y la soledad, observa a tu alrededor; simplemente déjate, déjala ser. Detente. Y contigo, con ella, el resto se detendrá también. Me animo a decir que ella es una de las rutas, uno de los vínculos más directos para volver a la Fuente, para conectarte con el Todo, para recordar de dónde vienes y a dónde vas. Si te ves llorando, si te sientes triste, permítete ese estado también. 
En lo posible, abrázate más fuerte a la soledad, sin tirar el manotazo a la puerta de casa. Primero, te estarás protegiendo de energías externas que te observarán a todas luces vulnerable y se prenderán como parásitos sin que te des cuenta. Segundo, abrazándote a ella te estarás abrazando a ti mismo, acompañándote. Y es que, al abrazarte a ti mismo, al acompañarte, te será posible acompañar a otro y dejarte acompañar, sin ser el uno la muleta desesperada del otro, que solamente aparece o es creada por necesidad y que, de ser así, terminarás cargando al comienzo livianamente y luego como una penalidad pesada. 

La soledad y tú, tu amiga, tu mejor consejera, pues en ella te encontrarás contigo.

Manchester, jueves 22 de septiembre de 2016.
Manchester, martes 27 de septiembre de 2016.
Manchester, jueves 26 de marzo de 2020.

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